NAVIDADES 2020: EL REGALO MÁS GRANDE

Buenas noches, gente bonita.

En esta ocasión quiero hablaros de algo que nos ronda la cabeza a tod@s en estos días y que a mí me ha hecho reflexionar sobre lo afortunada que me siento de poder compartir con vosotros estas líneas.

Mis pensamientos van más allá de poder escribir en un blog. Es el hecho en sí de estar aquí hoy, de ESTAR, en letras mayúsculas… con “la que está cayendo”.

La Navidad es una época del año que no pasa desapercibida para nadie. Todos y todas tenemos una opinión sobre estos días: para unos, es un momento puramente comercial, para otros, se trata de una época triste, en la que cada año faltan más seres queridos en nuestra mesa y esa añoranza nos provoca cierto rechazo a la celebración, como si por el simple hecho de no celebrar, el dolor desapareciera. No lo hace, creedme.

Pero otras personas, entre las que me incluyo, tenemos “un pie en cada barrio” (algún día os contaré el porqué de mis extrañas expresiones…).

Yo soy de las que piensa que Los Reyes Magos y Papá Nöel dejan en las casas más regalos de los que necesitamos. Creo que con menos, seríamos igual de felices, si realmente apreciáramos otras cosas que no se compran con dinero y para ello, debemos reeducarnos y lo que es más importante: educar a las generaciones futuras en la generosidad de un abrazo y un beso, ahora que tanta falta nos hacen, o en compartir emociones, porque nunca sabemos cuándo vamos a dejar de tener en frente a aquellos a los que amamos. Pero, ¿quiere decir esto que dejemos de escribir nuestra carta? Pues no.

Opino que en ésta época tan dura que nos está tocando vivir, no ha de perderse la magia de abrir un regalo y de ayudar con ello a aquellas personas que día a día intentan sacar sus negocios adelante con muy poca ayuda de los que deberían velar por el bienestar de todos, y no doy nombres, porque ya todos sabemos quiénes son.

Creo que hay una parte de responsabilidad en los que hoy por hoy tenemos trabajo y recursos económicos, de ayudar con nuestras compras navideñas a esas personas. Porque está muy bien colaborar con ONGs, donar a organismos y a entidades que pueden incluso publicitarse por TV… todo suma y todo ayuda y por supuesto, todo mi respeto y mi agradecimiento para esas personas, pero a veces, el simple hecho de comprar en la tienda de al lado de casa y de encargar comida para llevar en el bar de la esquina, por ejemplo, son simples gestos que ayudan a familias como la tuya y como la mía. La colaboración no siempre tiene que ir de la mano de grandes entidades. Hay mucho por hacer en todas partes. Soy de las personas que piensa que aquello que das, bueno o malo, te viene de vuelta y viendo la situación, esto debería darnos qué pensar.

Volviendo al tema de la tristeza por la gente que nos falta… como dice una muy querida amiga: ¡qué deciros! Que a todos nos empiezan a faltar personas y este año, con el “dichoso bicho”, habrá más bajas de las que deberían haber por naturaleza. Pero aquí es donde va mi reflexión: tenemos el regalo más grande que recibiremos este año, un regalo que no es comparable a nada y que está demostrado que no se compra con dinero, porque no hay dinero en el mundo que pueda pagarlo. Y ese regalo es la VIDA.

Los que estamos resistiendo a esta pandemia tenemos una responsabilidad muy grande de cuidarnos, para poder cuidar a los que más queremos. Tenemos el deber de aprovechar cada minuto de este gran regalo que nos fue otorgado al venir al mundo y del que otros, por desgracia, no podrán disfrutar, que es el poder estar vivo para sentarnos a la mesa a comer lo poco o mucho que haya en cada casa y sobre todo, disfrutar de los que nos quedan, porque no sabemos qué pasará mañana.

Pasemos las fiestas solos o en compañía, falte o no falte gente este año en nuestra mesa, os invito a levantar vuestra copa y brindar por los que no están, para que desde el Cielo, ellos sonrían y celebren con nosotros el regalo más grande. Para que en nosotros, puedan vivir estas navidades.

¡FELICES FIESTAS, GENTE BONITA!

 

Mónica S.