LA FLOR DEL HIELO

La primera vez que la vi, crecía en la nieve, en el monte de Ciudad Real.

Estaba allí, descarada, brotando en donde nadie hubiera creído que pudiese nacer una flor, tersa y lozana, con su color lavanda vivo y sus estambres amarillos, atravesando el hielo en que se había convertido la nieve con el paso de los días.

No pude resistirme a cortarla y entregársela a la persona que me acompañaba y como si “alguien” me susurrara al oído, atiné a decirle estas palabras: “¿Ves? Si esta flor es capaz de crecer en la nieve, de brotar en la tierra y atravesar el hielo, tú también puedes  salir de donde te encuentras”.

En aquel momento, aquella persona vivía un infierno, y nosotros, sus seres queridos, un calvario. De modo que aquella flor, fue una especie de mensaje oculto de la vida, de Dios, del Universo… ¿quién sabe? Fuese lo que fuese o viniese de donde viniese el mensaje, entendí que su misión era infundir ánimo a esa persona, para enseñarle que, a pesar de lo duro de las circunstancias, todo se puede superar con coraje, con valentía y con ganas de salir delante.

La flor de la que hablo es el Crocus nudiflorus, conocido como Azafrán loco o espantapastores, por lo que he podido investigar, crece en otoño, aprovechando el calor que la tierra ha acumulado durante el verano. De sus bulbos ocultos en la tierra, nace esta curiosa flor que, a diferencia de su pariente más cercano, Crocus sativus o azafrán (el que usamos para cocinar), es tóxica, aunque como buen veneno, en su justa medida, también tiene usos medicinales…

El hecho es que hace algunos días, paseando por el campo (esta vez sin nieve), volví a encontrarme con esta vieja conocida, casi con el mismo asombro que la primera vez. Por supuesto, tuve una especie de deja vu, y viajé de nuevo a aquella mañana en el pantano de Gasset, a aquel paseo, caminando entre la nieve, pero esta vez, era yo la receptora del mensaje y la persona a quien aplicaban las palabras que sonaban en mi cabeza: “¿Ves? Nada ha sido en vano. Has estado preparando tus raíces, escondida mientras todos florecían, mientras la vida seguía su curso, mientras los demás hacían lo que les correspondía hacer, lo que se supone que se espera de ellos… ¿Ves? Ahora es tu tiempo. Las “rarezas” no crecen en la multitud de flores, no serían apreciadas. Ahora es el tiempo. Asómate y mira al mundo con tus ojos, desde tu perspectiva y déjate admirar. Crecen flores donde nadie las espera y no por ello son menos hermosas. Cada uno florece como y cuando puede”.

Cuando volví a tomar conciencia del tiempo y del lugar en que me encontraba, respiré profundo, seguí caminando y llegué a la cima de la montaña que había ido a explorar con mis amigos. Divisé el paisaje árido del lugar, las copas de los pinos que crecen en la arena, las rocas, las hierbas secas, pensando que no todo lo que se ve es lo que existe, que los mejores tesoros, permanecen ocultos hasta que llega “su tiempo”, por eso, a veces… crecen flores en el hielo.

 

Mónica S.

Noviembre de 2020